domingo, 26 de abril de 2015

Prisonera del pecado de mi madre: el adulterio y sus consecuencias

Este es el testimonio de una niña de 12 años (hoy una mujer) que pidió no revelar su nombre. Hoy en día el adulterio se ha convertido en algo muy común, y quienes lo practican no toman en cuenta los daños irremediables que pueden causarles a sus hijos. 


PRISIONERA DEL PECADO DE MI MADRE

¡Qué triste despertar! ¡Nunca me imaginé cuán doloroso sería abrir mis ojos de niña a la amarga realidad de la vida!

Había cumplido 12 años recientemente y aun jugaba a las muñecas, sin contacto con el mundo exterior y sin la experiencia precoz que hoy nos da la televisión. De la noche a la mañana, desperté física y emocionalmente, sin experimentar el natural proceso que da la vida, a la amarga y trágica realidad al enterarme del adulterio de mi madre.

Mamá era para mí el mejor ejemplo. Yo la amaba intensamente y la veía bella, hermosa, inteligente, simpática y graciosa. Veneraba su imagen y la había situado sobre un alto pedestal en mi corazón. Además la creía un dechado de virtudes y naturalmente, honesta y fiel. –Probablemente es la imagen que cualquier niña de esa edad tiene de su madre-

Una noche en que yo dormía junto con mi madre, porque mi padre estaba de viaje, lo cual hacía frecuentemente, desperté de improviso y me encontré sola en la cama. Empecé a llamarla pero no respondió, y de pronto, cuando resolví levantarme a buscarla, escuché la voz y la risa de mi mamá que conversaba alegremente con otra persona.

Me levanté y me dirigí hacia un dormitorio que teníamos detrás de la casa, conforme me acercaba al lugar de donde provenían las voces y risas, reconocí una voz varonil en el interlocutor con mi madre. Mi corazón se sobresaltó y tuve miedo. Silenciosamente me paré junto a la puerta y venciendo el temor de abrirla, lo hice de súbito. Frente a mis ojos vi una escena pasional. El desconocido besaba a mi madre teniéndola en sus brazos.

Quedé confusa y una multitud de preguntas se agolparon en mi mente: ¿Quién era ése hombre? ¿Qué hacía un intruso en nuestro hogar? ¿Cómo se atrevía a besar a mi madre? ¿Por qué estaban juntos dentro de la misma cama? ¿Por qué ella se miraba complacida? Mi mente infantil no podía comprender lo que mis ojos veían, mucho menos lo que significaba.

Tras la sorpresa de verse descubiertos, ella se deshizo de los brazos de su amante y saltó ágil y graciosamente de la cama. Fue hacia mí, me tomó en sus brazos y mientras me hacía amorosos reclamos por haberme levantado de la cama, me devolvió al lecho, recomendándome que no hiciera ruido para que mis hermanos menores no despertaran. Me acostó de nuevo, me arropó y salió, reiterándome que debía permanecer quieta y silenciosa y que me durmiera tranquilamente. Así lo hice.

Los días siguientes pasaron como si aquel incidente hubiera sido una pesadilla. La actitud de mi madre hacia mi padre era normal. Por un tiempo mi padre no viajó, lo que le venía a complicar las relaciones ilícitas con su amante.

Fue entonces cuando ella empezó a usarme como su acompañante. Salía conmigo en el carro, aduciendo cualquier excusa. Mi padre nada sospechaba, ni remotamente, y mi madre no dejaba traslucir nada.

Salía conmigo usando cualquier pretexto, para poder cumplir sus citas. Cuando llegaba al apartamento donde se miraban con frecuencia, parqueaba el automóvil y a mi me dejaba adentro por horas.

Me dejaba sola con mis pensamientos, muchas veces lo hizo por las noches y yo me quedaba temblando del miedo.

¡Cuántas cosas pasaban por mi mente! Algunas veces pensaba que quizás ya no la vería nunca, que ella huiría con su amante abandonándonos. Lloraba entonces desconsoladamente y así me iba volviendo insegura, llena de miedos internos. Así empezó a desarrollarse mi vida. Sin embargo, por el contrario, a ella parecía no importarle su relación ilícita. Siempre que regresaba de sus citas se le miraba alegre, jovial, chistosa y yo olvidaba mis pensamientos.

Yo misma me interrogaba ¿Por qué será que mi padre no se da cuenta ni se entera de lo que hace mi mamá? No podía comprender nada de lo que pasaba.

El día que hizo crisis el problema, éste llegó violentamente a mi corazón. Mi madre había decidido huir con su amante y abandonarnos. Había hecho sus valijas y se había preparado para huir con él. Cuando tenía las valijas a la puerta de la casa, en forma milagrosa llegó una amiga suya a quien respetaba mucho. La amiga al enterarse de sus propósitos la reprendió severamente. Se portó severa y fuerte y la hizo comprender el enorme error que estaba cometiendo y el daño que le haría a su familia.

Aquel cuadro fue una pesadilla, en ese momento toda la ira que tenía reprimida en mi corazón brotó como una correntada y la odié.

Empecé a repudiarla, no podía ni verla y así me convertí en una niña agresiva, miedosa y rechazada. Mi personalidad empezó a distorsionarse. Vivía con una cólera interna y cuando tenía la oportunidad me salía a flote. Me volví reactiva casi ante cualquier situación que yo sentía que amenazaba mi seguridad. No podía conservar amistades, porque fácilmente hacía conflictos de la nada. En mi interior era tan posesiva que deseaba que cualquier amistad fuera solamente para mí y cuando cualquier amiga tenía otras amistades me sentía rechazada e insegura.

Así crecí y me casé llevando todos mis conflictos al matrimonio. Pero ya cansada de mi vida, después de visitar varios sicólogos, un día vino un amigo y nos presentó al Señor Jesús como nuestro Salvador y Redentor, nuestro Libertador. Abrí mi corazón para aceptarlo y así empezó un proceso de libertad y de perdón. No fue fácil. Perdonarla y soltar de mi vida las inseguridades, el rechazo, la ira, el rencor, me costó unos 20 años. Fueron 20 años de un trabajo amoroso de parte del Señor, para que pudiera quedar libre. Fue paso por paso y cuando El Espíritu Santo me mostraba un área, yo tenía que trabajarla y trabajarla hasta que sabía que había cambiado el rencor por el amor, y así sucesivamente. Fue entonces que supe que estaba libre.

Deuteronomios 5:18, Proverbios 6:32, Levíticos 20:10 y Lucas 18:20

Nota: Artículo sacado de la revista Ester. Este es un artículo anónimo por su contenido y para no poner en evidencia a su madre.

Fuente:www.porminacion.org

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